“La basura de un hombre es un tesoro para otro. Sin embargo la basura de Nueva York, bueno, eso es arte”

Imágen vía www.nycgarbage.com
La manera en la que percibimos el mundo determina nuestros gustos y apreciaciones, es por esto que se habla de la subjetividad de la belleza y el arte, ya que son evaluaciones personales que dependerán en su momento de diferentes factores que permitirán dar el tan apetecido título de “obra de arte”.

Debido a este pensamiento la actividad “artística” crece desmedidamente, nuevas tendencias, materiales y técnicas se mezclan a diario para representar realidades, fantasías, pensamientos o ideales; una versión de lo bello, de lo horrible o de lo cotidiano.
Las barreras han caído y hay espacio para todos, pero principalmente para quienes saben sacar provecho de las oportunidades uniendo la creatividad, la innovación y obviamente el marketing; y es que no lo podemos negar, podrá ser muy bueno el artista pero si nadie lo conoce, no vende. 

Un ejemplo muy claro de estas tres características aplicadas, es Justin Gignac, un artista estadounidense que ha desarrollado proyectos exitosos que en papel suenan a fracaso. Su clave está en la simplicidad, tomar situaciones sencillas e introducirles el factor sorpresa.


Su principal proyecto es “New York City Garbage” una idea que nace tratando de comprobar que cualquier cosa en un empaque atractivo puede venderse. Es así que crea unas cajas numeradas y selladas que contienen basura de las calles de Nueva York, nada más y nada menos.


Las cajas empezaron a venderse a $10 dólares hasta llegar a $50 y $100 las ediciones especiales; Gignac afirma que la reputación de su producto aumentó a medida que el precio subía, modificando de esta manera la percepción de su obra y el concepto de arte a través del dinero.


Toda su estrategia alimenta la idea de arte, convirtiendo a cada caja en una pieza de colección que se puede rastrear en un mapa para saber exactamente quién es su comprador, qué numero de caja tiene y en qué lugar del mundo se encuentra.




En casos como, este tal vez lo de menos sea el contenido; lo que le da el estatus de arte a sus obras es la sensación de exclusividad que logra transmitir; aunque sin duda alguna habrá muchos quienes ven un trasfondo social y lo asocian con una respuesta al tan criticado sistema sanitario neoyorquino o la decadencia de la sociedad de consumo en la que hasta la basura tiene un precio, y seguramente para más de uno será la muestra más clara de esnobismo.


Todo esto nos lleva de nuevo al tema de la subjetividad del arte, de las mil maneras posibles en que podemos entender y explicar las cosas, en el valor que nuestra razón y sentidos le dan a ciertos objetos y claro está la importancia de una buena estrategia de branding para convertir en un éxito cualquier idea.

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